Encélado, el mundo más cercano en el que la vida extraterrestre es más posible

De todos los mundos conocidos, el candidato número uno para empezar a buscar vida extraterrestre es hoy por hoy Encélado: una pequeña luna de Saturno, con apenas 500 kilómetros de diámetro, que despertó un gran interés de los astrobiólogos cuando en 2005 la sonda Cassini —en una misión de la ESA y la NASA— la sobrevoló por primera vez y descubrió que del Polo Sur de ese mundo helado brotaban unos enormes géiseres.

Este miércoles, un equipo internacional de científicos publica un nuevo estudio que pone la guinda a una cadena de descubrimientos que apuntan a que Encélado tiene un océano interior con todos los ingredientes físicos y químicos para ser habitable. Ocho años después de que la sonda Cassini se suicidase, cuando su misión concluyó precipitándose contra Saturno, los datos que recopiló siguen revelando nuevas pistas sobre Encélado.

Los científicos dirigidos por Nozair Khawaja, investigador de la Universidad Libre de Berlín (Alemania), han encontrado las pruebas más contundentes de que en el océano subterráneo de esa luna —sepultado bajo una cobertura de decenas de kilómetros de hielo— se producen moléculas orgánicas complejas como las que en la Tierra reaccionaron para generar los ladrillos básicos de la vida, según detalla un artículo publicado en la revista Nature Astronomy.

“No hay ningún otro mundo oceánico extraterrestre en el que hayamos encontrado esas sustancias orgánicas”, afirma Khawaja, autor principal del estudio. La gran novedad de esta investigación no es el descubrimiento de esas sustancias químicas complejas en el entorno espacial de Encélado — algo que los autores del nuevo estudio ya habían certificado en un artículo de 2011—, sino la demostración de que esas moléculas proceden del océano subterráneo de ese satélite de Saturno.

Para ello, el equipo de Khawaja ha vuelto a revisar los datos de unas muestras que la Cassini tomó en 2008: entonces, la sonda atravesó a toda velocidad —a 64.800 kilómetros por hora— las columnas de hielo vaporizado que desprenden los géiseres de Encélado. Su analizador de polvo cósmico —CDA, por sus siglas en inglés— examinó los granos de hielo recolectados y mandó inmediatamente la información obtenida a la Tierra, pero ha tenido que pasar más de una década para que la comunidad científica pudiera interpretarlos a fondo.

“Por primera vez, tenemos un análisis más detallado de granos de hielo frescos, lanzados al espacio por los géiseres tan solo unos minutos antes”, explica Khawaja, quien aclara que sus conclusiones llegan ahora porque han sido necesarios años y años de investigaciones para poder descifrar los datos enviados por la Cassini en 2008, “acumulando el conocimiento de diferentes pasadas de la sonda por Encélado para poder leer correctamente esas señales que estaban escondidas”.

Hasta ahora, la evidencia de que en esa luna hay sustancias orgánicas complejas se basaba en el estudio de muestras recogidas por la sonda en el anillo E de Saturno, formado alrededor de la órbita de Encélado. Y cabía la posibilidad de que esas sustancias se hubieran formado en el espacio, por reacciones químicas desencadenadas por la intensa radiación espacial.

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