La noche de este 15 de septiembre la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, encabezó los festejos conmemorativos del CCXV Aniversario del Grito de Independencia. Desde la plaza pública más importante del país, escuchamos la arenga que realizó la primera Mandataria a favor de las heroínas que nos dieron patria y libertad.
Fue un clamor para recordar y reconocer la valentía y entrega, no de una, sino de millones de mujeres que a lo largo de esta vida independiente nunca se doblegaron ante la adversidad y siempre defendieron con coraje sus ideales y causas sociales.
La presidenta, con su vestimenta color morado, símbolo de la lucha feminista, se solidarizó con todas las mexicanas que hoy se levantan todos los días para salir a las calles con la esperanza de construir un México de mayores y mejores oportunidades para sus familias y todos los mexicanos.
Esta arenga fue un clamor por el respeto, la igualdad y la justicia para todas ellas, porque su historia es la historia de nuestra Nación.
Reflexión que debe ser considerada por el que se autoproclamó “ministro del pueblo”, Hugo Aguilar Ortiz, quién en la Sesión Solemne de Instalación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en su calidad de presidente, refrendó el “compromiso democrático y el respeto recíproco que debe existir entre los Poderes de la Unión”, enfatizando que las ministras y ministros fueron elegidos en las urnas con el voto libre y consciente de los mexicanos.
Esto lo menciono porque en la ceremonia del CLXXVIII Aniversario de la Gesta Heroica de los Niños Héroes, el nuevo presidente del máximo Tribunal desconoció lo expresado hace dos semanas ante la titular del Ejecutivo, al desairar a la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, diputada Kenia López Rabadán, quien asistió a ese acto en su calidad de representante de uno de los tres Poderes del Estado, el Legislativo, que también fue electo por millones de ciudadanos.
Es decir, para el ministro quien se dice “elegido democráticamente” no existe el respeto, ni la igualdad. Sí la soberbia, la intolerancia y el menosprecio, hacia una mujer y hacia la legisladora que representa a los 500 diputados federales que integran el Congreso, quienes son representantes legítimos de todos los mexicanos, independientemente del partido al que pertenezca.
El respeto es un principio político y constitucional que asegura el equilibrio entre los poderes que conforman al Estado, cuando éste falta se rompe ese puente de diálogo y entendimiento.
Y ante ello, ¿cómo garantizar la justicia que demandan millones de mujeres?
De aquellas que sufren acoso, maltrato y violencia; de las madres que buscan a sus hijos desaparecidos, de las jefas de familia que tienen que recorrer grandes distancias para cumplir con sus jornadas de trabajo y recibir un sueldo que es inferior al que ganan los hombres; de las mujeres indígenas que viven en constante discriminación, de las niñas y adolescentes que dejan la escuela y pierden su infancia y adolescencia por incorporarse al mercado laboral.
Pero, sobre todo, de aquellas que han sido víctimas de feminicidio.
Sí, México tiene una deuda histórica con las mujeres.
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