¿Real o retocado? Los filtros que distorsionan nuestra imagen

Las redes sociales son el punto de encuentro de millones de adolescentes y jóvenes que se identifican por sus pasatiempos, gustos, por la comunidad a la que pertenecen, por las personas que siguen y admiran. En ellas, muchos se comparan con los más populares, idealizando cómo quieren verse y tratando de construir esa imagen que los distinga en esas plataformas y les ayude a conseguir un lugar, obtener más likes y seguidores.


Pero hay que tener cuidado porque esta práctica puede convertirse en una dependencia y se corre el riesgo de sufrir Dismorfia del Selfie que es la obsesión por tener una imagen ideal, que sus fotos aparezcan siempre retocadas con los filtros que ofrecen las plataformas digitales. La Dismorfia del Selfie es un nuevo tipo de Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) que, de acuerdo a la Oficina para la Salud de la Mujer (OASH) en Estados Unidos, es una enfermedad mental grave en la que la persona está demasiado preocupada por su apariencia o por defectos físicos menores o imaginarios. Un estudio elaborado por la Pontificia Universidad Católica de Chile señala que el 2% de la población padece TDC.

 

Este trastorno se agrava con el uso de las redes sociales, especialmente TikTok, Instagram y Snapchat, que manipulan las emociones del usuario al imponer estándares de belleza, enganchando a los más vulnerables, a los adolescentes y jóvenes que consumen sus contenidos.  En esas apps ellos idealizan y se comparan con los influencers que publican fotografías retocadas, pero lo que desconocen es que esas personas son auxiliadas por alguien que los peina, maquilla, hasta quien los patrocina con la vestimenta y los lugares que visitan, así crean una imagen irreal.


Para contrarrestar el TDC, entre ellos la Dismorfia del Selfie, el OASH recomienda acudir a terapia para aprender a aceptarse y quererse tal y como se es. En una era donde una imagen vale más que mil palabras, hemos olvidado que la más valiosa es la que no necesita filtros. La tecnología no tiene que ser el enemigo, pero tampoco el espejo donde se distorsiona nuestra identidad. Urge que los padres de familia, maestros y jóvenes aprendamos a distinguir entre lo que es real y lo que solo está bien editado, porque detrás de cada selfie perfecta hay una historia que merece ser vista tal como es: humana, imperfecta y auténtica.

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