Reto del Buen Fin: consumo responsable

La Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC) advierte que aunque el “Buen Fin” se presenta como un motor de reactivación económica, en la práctica fomenta una cultura consumista que, con frecuencia, privilegia lo suntuario sobre lo necesario.

El “Buen Fin” inició en 2011 buscando promover la compra nacional antes que el consumo “chovinista” del “Black Friday estadounidense. En su décimo quinto aniversario ya forma parte del calendario de consumo del país.

En la edición 2025 la campaña se amplió a cuatro días, durante los cuales los comercios participantes promocionan ofertas para concretar ventas previas a la temporada del aguinaldo navideño. El gobierno federal apoya esta iniciativa con medidas como créditos fiscales y anticipos relacionados con el pago de aguinaldos, lo que facilita la implementación de esta jornada de consumo; sin embargo, no todo lo que brilla es oro: ANPEC lleva tiempo señalando las “piedritas” en el arroz de este jolgorio consumista.

En primer lugar, se promueven compras por impulso. Se ofertan tecnologías obsoletas con rebajas aparentes; de igual forma, se publicitan ventas “a meses sin intereses” (MSI) cuando, en la práctica, el financiamiento termina incluido en el precio final. Asimismo, no es raro que se vendan productos que los comercios no tienen en inventario, lo que provoca demoras largas a la hora de surtir la mercancía adquirida.

“No han sido pocas las ocasiones en que no se honran las garantías de los electrónicos comprados. Tampoco siempre se asume la responsabilidad por los riesgos que ocurren al surtir la mercancía (por ejemplo, productos golpeados o empaques abiertos al recibirlos). Servicios como paquetes vacacionales, vendidos a meses sin intereses, muchas veces resultan ser de una calidad distinta —menor— a la prometida al momento de la compra”, comentó Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC.

Todas estas prácticas comerciales y otras más se han repetido a lo largo de las quince ediciones del Buen Fin. Las promociones generan una confianza de consumo muchas veces artificial: los mensajes publicitarios alientan compras por impulso que no reflejan la capacidad real de gasto de los hogares. Esta confianza se vuelve todavía más frágil cuando se combina con la desaceleración de las remesas —un apoyo que durante meses ha sostenido la capacidad de compra de más de 5 millones de hogares—, puesto que este ingreso extra se venía aprovechando para este tipo de compras y ahora deja a los hogares más vulnerables.

“Las deudas y compromisos acumulados durante el Buen Fin alimentan la temida “cuesta de enero”: con el pago de tarjetas, compromisos navideños y servicios que se acumulan justo cuando los ingresos pueden ser menores. A esto se suman el cobro de más y nuevos impuestos (por ejemplo, el aumento al IEPS a bebidas azucaradas y productos de tabaco), que reducirán aún más el poder adquisitivo y afectarán, de forma directa, las ventas y márgenes de utilidad del pequeño comercio”, enfatizó Rivera.

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