Las afrentas
están a la orden del día, algunos senadores y diputados han perdido el sentido
de la responsabilidad y del respeto hacia el Poder Legislativo, hacia la ley y
hacia quienes los eligieron. Ellos están más preocupados y ocupados en atender
sus agendas personales, intereses y exhibirse, que en reflexionar y debatir
para consolidar un marco jurídico que brinde certeza, justicia, seguridad y
bienestar a México.
Hoy los
mexicanos somos rehenes de los caprichos, la insensibilidad y los excesos de
esos representantes populares. Solo por mencionar, en esta semana se
presentaron tres casos muy significativos:
1) El senador
morenista Gerardo Fernández Noroña, protagonista y provocador, anunció, en una
conferencia de prensa este martes 21 de octubre, que atendería una invitación
que el Ministerio de Asuntos Exteriores y Expatriados de Palestina le realizó
al presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores en junio pasado,
justo cuando él tenía ese cargo, para recorrer esa región. Dijo que viajaría
con la cortesía de una aerolínea de Medio Oriente. Si bien solicitó licencia
para emprender su viaje, eso no le exime de faltar a la Ley General de
Responsabilidades Administrativas al caer en conflicto de intereses, solo por
citar un ejemplo.
Fernández
Noroña se ausentará justo cuando el Pleno del Senado estará discutiendo, el 29
de octubre, el Paquete Económico 2026, evadiendo así su responsabilidad por
ocupar un escaño.
2) Este
martes 21 en la Cámara de Diputados, los legisladores morenistas Sergio Mayer,
Sergio Gutiérrez Luna y su esposa, la diputada por el Partido del Trabajo Diana
Karina Barreras Samaniego, entre otros, abandonaron la sesión ordinaria, de
acuerdo a las reseñas de los medios de comunicación, para asistir al homenaje
por los 70 años del grupo musical “Cañaveral” y bailar sus canciones.
Hicieron a
un lado su obligación de participar en la discusión legislativa e ignoraron a
la presidenta Claudia Sheinbaum, quien un día antes señaló al Partido Acción
Nacional (PAN) de mostrar “falta de sensibilidad” hacia los damnificados de las
lluvias por su evento de relanzamiento del partido organizado el fin de semana
pasado.
La primera
mandataria, refiriéndose a los panistas, dijo que “podrían haberse esperado 15
días hasta que definiéramos que la emergencia se levanta”. Por lo que, en un
acto de congruencia, el grupo parlamentario de Morena también pudo haber esperado
ese tiempo para realizar el homenaje y el baile en el Recinto Legislativo y no
mostrar su “falta de sensibilidad”.
3) Y el caso
que evidencia el deterioro del compromiso público fue el protagonizado por el
diputado federal morenista Cuauhtémoc Blanco Bravo, según un video difundido
ampliamente por las redes sociales y medios de comunicación el lunes 20, él se
encontraba jugando pádel cuando activó su cámara para participar virtualmente
en la sesión de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, donde se discutía
la Ley de Aguas Nacionales, momento en el que solicitó se registrara su
asistencia cuando debería haber emitido su voto.
Fuimos
testigos de la irreverencia y del desdén del ex gobernador de Morelos a la
Cámara de Diputados, al trabajo de sus compañeros y a las necesidades del país.
Posteriormente, en entrevista a reporteros, justificó su actuar por su
necesidad de hacer ejercicio para mantener la salud, señalando que pagaría
cualquier multa que se le imponga.
El diputado
Blanco Bravo se destaca por su nula productividad legislativa, de acuerdo al
portal de la Cámara de Diputados nunca ha presentado iniciativa alguna, además,
de los 140 asuntos votados, 128 han contado con su respaldo y en 12 no estuvo
presente.
Los tres
ejemplos de esta semana nos muestran que algunos senadores y diputados han
convertido sus escaños en escenarios de exhibición y burla, evidencian su falta
de respeto hacia la ley que juraron defender y a los ciudadanos que
representan.
La
simulación legislativa no solo se mide en iniciativas no presentadas o faltas
injustificadas, sino también en la incredulidad ante su impunidad, la cual
destruye la confianza institucional.
México no
necesita legisladores que viajen, bailen o jueguen mientras el país se
desmorona, requiere representantes que trabajen, escuchen y respondan. La
frivolidad no es una anécdota, es una forma de corrupción moral. Y mientras la
impunidad siga siendo su escudo, la indignación ciudadana debe convertirse en
su límite.


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